Aprendizaje de una lectoescritura funcional
Como logopedas y/o terapeutas del lenguaje escrito, debemos preguntarnos cuáles son las estrategias y habilidades que debemos enseñar a niños con necesidades educativas especiales y qué importancia tiene para ellos la escritura con el fin de que se desarrollen con normalidad en actividades sociales.
¿Por qué aún, a día de hoy, nos interesan más las actividades mecánicas de la forma del lenguaje escrito y no su funcionalidad en los entornos sociales?
Cabe destacar el artículo ¨Enseñar a usar el lenguaje escrito a niños con Necesidades Educativas Especiales¨ (Beatriz Martín del Campo. Revista de Logopedia, Foniatría y Audiología. 2011.)
En dicho artículo se muestran resultados concluyentes a partir de una investigación-acción que se llevó a cabo en un colegio de educación especial con niños de entre 11 y 15 años, donde se realizaban las típicas tareas rutinarias de lectoescritura que para estos niños ningún fin podían tener.
Surgió la idea de montar una tienda de chucherías en el mismo colegio, con el fin de que los demás alumnos pudieran ir a comprar durante el recreo. Los niños, que se convirtieron en tenderos, tuvieron que hacer uso del lenguaje escrito para realizar el listado de golosinas, los letreros, tareas de cálculo, etc.
Con este estudio se ha querido extrapolar la idea de alcanzar un uso funcional del lenguaje escrito en los entornos sociales donde participan niños con necesidades educativas especiales (NEE) donde no solo se deben entrenar los procesos de transcripción de lo oral a lo escrito, sino que se debe de crear situaciones culturalmente significativas donde la lectoescritura sea un medio para obtener metas sociales.
El lenguaje escrito es distinto del oral, por ello, para la adquisición de los dos tipos de aprendizaje se precisan cosas diferentes. Por ejemplo, para aprender el lenguaje escrito precisamos del aprendizaje alfabético que caracteriza esta forma de lenguaje.
Aprender a usar el lenguaje escrito implica la participación en situaciones sociales determinadas; es decir, en diferentes situaciones (escuchar un cuento, escuchar una noticia, escribir una carta a un amigo, leer el horario de autobuses, etc.) los niños deben aprender a comprender y producir lenguaje con estructuras muy diferentes de las que conocían hasta ahora a través de la oralidad.
Como bien se plantea en el artículo, ¿qué ocurre cuando esperamos a que los futuros lectores superen las dificultades en las habilidades básicas de lectura, para empezar a trabajar las habilidades superiores?
Y es que la respuesta es muy sencilla, pues de ser así, creamos niños con fracasos en este ámbito, que nunca tendrán placer por la lectoescritura, ni conseguirán objetivos a través del lenguaje escrito.
Entonces, ¿qué alternativas como profesionales que trabajamos con niños con NEE debemos de tener en cuenta?
Por lo tanto, como se concluye en el artículo, es de suma importancia que el punto de partida de todo educador debe ser acompañar a la persona en la construcción de un proyecto de vida.
Patricia C. Sánchez García. Logopeda en Clínica Abla